El artículo fue recibido inicialmente con silencio, pero ese silencio fue roto, el año siguiente, por la voz más prestigiosa de la física alemana: Max Planck. Planck inicio conferencias sobre la teoría en Berlín. Laue, Mosengeil y Born abordaron el tema en el seminario de Planck.
El entusiasmo, sin embargo, distaba de ser universal. En diciembre de 1905, Walter Kaufmann anunció que sus nuevas mediciones de la desviación de los rayos β contradecían la ley de la masa en función de la velocidad. Este debate impulsó a los experimentadores a alcanzar una mayor precisión. En 1908, Alfred Bucherer obtuvo datos que coincidían con la teoría de Einstein.
Mientras se desarrollaba esta lucha en los laboratorios, la relatividad ganó un poderoso aliado conceptual. El 5 de noviembre de 1907, Hermann Minkowski presentó la idea de que las transformaciones de Lorentz describen rotaciones rígidas en un continuo de cuatro dimensiones, y en su conferencia de Colonia del 21 de septiembre de 1908 proclamó que
- De ahora en adelante, el espacio por sí solo y el tiempo por sí solo se desvanecen en meras sombras.
Su formalismo geométrico hizo transparente la cinemática, atrajo a los matemáticos y proporcionó el lenguaje con el que Einstein construiría más tarde la relatividad general.
Fuera de Alemania, la aceptación fue más lenta. En Francia, las reivindicaciones de prioridad de Poincaré complicaron la recepción. Poincaré había efectivamente publicado sobre el principio de relatividad y sobre las transformaciones de Lorentz antes de 1905, y algunos científicos franceses consideraban que el trabajo de Einstein no era suficientemente novedoso o que no daba el debido reconocimiento a Poincaré. Esta rivalidad, de carácter nacionalista o intelectual, provocó dudas o resistencias a la hora de adoptar la versión de la teoría propuesta por Einstein en Francia, a pesar de que sus implicaciones eran más radicales.
En Gran Bretaña, los físicos matemáticos G. F. Cunningham y E. T. Whittaker explicaban las nuevas ideas hacia 1910, pero muchas figuras de peso, como J. J. Thomson y Joseph Larmor, se mantuvieron al margen hasta después de la Primera Guerra Mundial. Al otro lado del Atlántico, la relatividad entró en las revistas estadounidenses principalmente a través del círculo de Robert Millikan en Chicago.
Para la primera conferencia Solvay de 1911, la teoría especial se situaba en el centro del discurso teórico, y la cuestión ya no era si la cinemática de Einstein era correcta, sino hasta qué punto podían extenderse sus principios.